En nuestro país, los procesos de contracción económica, la caída del empleo asalariado industrial, la creciente segmentación del mercado, el aumento de la terciarización y precarización en las relaciones de trabajo, el aumento del desempleo y subempleo, el aumento de las actividades de escasa productividad, la disminución de los ingresos y la mayor inequidad en su distribución así como en la distribución de bienes y servicios, han producido un fuerte deterioro en las condiciones de vida de importantes sectores de la población. El efecto más global consiste en un fuerte aumento de los hogares pobres: los pobres estructurales o población con necesidades básicas insatisfechas que llevan consigo una historia de pobreza profundizan sus carencias, los sectores medios en su mayoría se empobrecen y un pequeño grupo ocupa una posición aún más privilegiada. A este panorama se agrega la crisis del sector público, la disminución de los servicios sociales y la caída en la calidad de los mismos. La persistente recesión económica y la creciente pobreza para amplias capas de la población, han afectado con especial dureza a la infancia, socavando sus condiciones de salud, nutrición y educación.