“…Este bienestar está compuesto por las dimensiones de: autonomía, autoaceptación, propósito en la vida, crecimiento personal, relaciones positivas y propósito en la vida; el cual, desde su modelo multidimensional, ha evidenciado que mejora la salud, desde la prevención. De otro lado, se consideraron los beneficios de los hábitos de vida saludable, que según lo propuesto por Pender (1996), entendidos como el conjunto de comportamientos encaminados a la realización de actividad física, cuidado del sueño, comportamiento alimentario saludable a partir del monitoreo por parte del individuo, compuesto por las dimensiones de: nutrición, ejercicio, responsabilidad en salud, manejo del estrés, soporte interpersonal y autoactualización; tienen implicaciones positivas en la salud, desde la prevención (Cobb-Clark, Kassenboehmer & Schurer, 2014;Nielsen et al, 2014;Ruiz-Palomino, Giménez-García, Ballester-Arnal & Gil-Llario, 2020). A partir de la revisión de investigaciones acerca del análisis de variables psicosociales predictoras de la salud, se identificó un vacío en la inclusión de variables de naturaleza autómata o "primitiva", que reducen la salud, al representar disminución en el control, pérdida de voluntad y déficit en la inhibición de conductas de riesgo, como ocurre en la impulsividad, definida como la irreversibilidad y deseo intenso y repetitivo de realizar un acto incluso cuando este tiene consecuencias negativas, compuesto por: la tendencia a tomar decisiones rápidamente (Impulsividad cognitiva), actuar sin pensar (Impulsividad motora), e involucrarse en conductas riesgosas (Impulsividad no planeada), se constituye así en una predisposición generalizada y autónoma a reaccionar sin considerar las consecuencias, debido a la falta de voluntad, que afecta el control de la conduc-ta de forma negativa, (Moeller et al, 2001;Patton, Stanford & Barratt, 1995;Forrest, Widdowson & Rocque, 2019).…”