“…Los motivos de selección de las terapias no convencionales han sido atribuidos a diversos factores, entre los que se destacan la insatisfacción con el modelo biomédico de atención de la salud-enfermedad (Boon, Brown, Gavin, Kennard, & Stewart, 1999), la demanda de un nuevo tipo de relación con el especialista terapéutico y a los límites del paternalismo biomédico (Montgomery, 2006), la aparición de nuevas subjetividades que, en el contexto de la posmodernidad, asignan un rol central de responsabilidad al sujeto en el cuidado de su salud (Siahpush, 1998), la búsqueda de nuevos estilos de terapia más suaves, holísticos y menos invasivos que la biomedicina alopática (Douglas, 1998;Vincent & Furnhman, 1996), el surgimiento de movimientos sociales asociados a la Nueva Era (Albanese, 1990;Carozzi, 2001;Shimazono, 1999), entre otros. Ha sido señalado también el importante rol que, desde la perspectiva de los usuarios, cumplen estas medicinas frente al tratamiento de enfermedades graves o crónicas, tales como el caso del cáncer (Broom & Tovey, 2008), el asma (Freidin & Timmermans, 2008), cardiopatías (Ai & Bolling, 2002), sintomatología "ambigua" (Karasz & Dempsey, 2008), hasta distintos trastornos mentales, como depresión (Berenzon Gorn, Navarro, & Saavedra Solano, 2009) y trastornos de ansiedad (Eisenberg et al, 1998). De hecho, de acuerdo a varios estudios internacionales, la mayoría de los pacientes con trastornos mentales acuden a una utilización mayor de tratamientos alternativos (p.e.…”