El protagonismo del patrimonio en la sociedad contemporánea resulta indiscutible. Su concurrencia es capital en temáticas aparentemente tan dispares como la convivencia multicultural o el desarrollo económico. Nuestro objetivo en este artículo es mostrar la oportunidad de integrar la perspectiva del consumo en el estudio del patrimonio. Partimos de una consideración dinámica y abierta de lo patrimonial que se centra en los procesos de patrimonialización antes que en la naturaleza de los objetos patrimoniales; en el concurso de los sujetos en esos procesos antes que en el carácter normativo, estético o político de los bienes patrimoniales; y en el efecto cultural del patrimonio antes que en su papel como reflejo de la cultura. Se propone un acercamiento teórico al consumo patrimonial desde la experiencia proporcionada por dos casos de estudio etnográfico muy distintos en su naturaleza y casuística -Agua Blanca (Ecuador) y Riotinto (España)-.Palabras claves: patrimonio, consumo, mercado y cultura. La afirmación de que el patrimonio es fruto de un proceso de construcción socio-técnico-política ya no supone ninguna novedad, sin embargo conviene profundizar en su naturaleza procesual. El patrimonio no solo es producto de un proceso, sino que es un proceso en sí mismo, de ahí que no podamos considerarlo en ningún momento un producto acabado o estático.Desde esta perspectiva conviene preguntarse -más allá de cuál o cómo sea el elemento sujeto a la acción patrimonial-por el efecto y alcance que pueden llegar a tener los procesos patrimonializadores. El objetivo no es otro que desvelar las posibles y variables relaciones que se establecen entre los sujetos sociales y los objetos patrimoniales. Somos conscientes que patrimonializar no es precisamente una actividad discreta, neutra o aséptica, sino todo lo contrario. Y que por tanto precisa ser estudiada sin renunciar a su inherente complejidad multidimensional, y a su carácter dinámico y conflictivo.La patrimonialización obedece a la interacción de distintos agentes sociales que propician un conjunto de intervenciones con las que se significa especialmente un elemento o conjunto de elementos (tangibles e intangibles), lo que implica en muchas ocasiones un proceso de resemantización de los mismos. Se genera así un discurso desde el que describir y habitar el mundo, una suerte de sacralización laica de la realidad. Esta manera de mirar el patrimonio nos lo presentaría como una causa, además de como una consecuencia. Es en el devenir de estos procesos de patrimonialización donde se establece un campo discursivo y de práctica (si es que ambos pudieran separarse), desde el que poder aprehender de manera compleja la concurrencia de distintas propuestas de representación y praxis de la realidad.Evidentemente, así entendida, el interés de la patrimonialización no se centra en los elementos patrimoniales, sino en el propio hecho social de convertir parte de la realidad en patrimonio (Arrieta