En la década de 1980, el Turismo Rural Comunitario surgió como un instrumento que debía permitir articular con éxito a las poblaciones rurales de los países del Sur a la economía de servicios. Normalmente, se trata de una oferta que forma parte de rutas turísticas, por lo que los visitantes invierten pocas horas en estos destinos. No obstante, puede tener consecuencias sustanciales en esas localidades. La abudante literatura académica que ha generado el Turismo Rural Comunitario no coincide a la hora de valorar esos impactos, y se ha generado un debate sobre su pertinencia como estrategia para el desarrollo rural. A partir de un caso etnografiado a lo largo de tres décadas (Isla de Amantaní, Lago Titicaca), el presente artículo se pregunta si las causas que explican esta disparidad en los resultados de la investigación no se deben más a características del contexto que al modelo turístico. El trabajo llega a dos conclusiones. Por un lado, que factores contextuales que parecen poco significativos, pueden jugar un papel importante en los efectos que el Turismo Rural Comunitario tiene a nivel social, económico, e incluso político. Por otro, que una ruta turística no tiene necesariamente el mismo impacto en cada una de las localidades por las que transcurre. La investigación ha sido de carácter etnográfico con enfoque deductivo, las técnicas utilizadas han sido cualitativas, y se sustenta en un trabajo de campo largo, iniciado en 1990 y que continúa actualmente.