“…Tomasello et al (2005) exponen que, alrededor de los seis meses, los niños ya han formado suficientes expectativas sobre las acciones humanas como para poder predecir qué hará el otro en una situación familiar. Además, se ha demostrado cómo los niños esperan que, durante una misma situación, los adultos vuelvan a ejecutar la acción que han estado realizando previamente sobre un objeto (Adam et al, 2016;Feiman, Carey & Cushman, 2015;Jowkar-Baniani, Paolozza, Greene, Cheng & Schmuckler, 2017;Olofson & Baldwin, 2011;Ransburg, Reiser, Munzert, Jovanovic & Schwarzer, 2017;Woodward, 1998). Esta expectativa no necesariamente debe interpretarse como un entendimiento de que las acciones del adulto están dirigidas a metas, sino como un entendimiento de que esas acciones no son consistentes con el patrón comportamental que el adulto ha presentado hasta el momento.…”