El respeto a la autonomía en la edad pediátrica supone un doble reto: por una parte, incorporar a los padres en la toma de decisiones y, por otra, incorporar de forma proporcional y progresiva al propio menor. A pesar del desarrollo legal y ético de la doctrina del menor maduro, hay poca evidencia de que se esté llevando a cabo de forma rutinaria en la práctica clínica ordinaria. Una de las dificultades es que, durante décadas, la discusión sobre la madurez y la competencia de los menores en la toma de decisiones sanitarias se ha enfocado con mayor frecuencia en aspectos normativos y legales que en la evidencia y la práctica clínica.
En pediatría, entender la autonomía desde un aspecto relacional permite incorporar factores vinculados al desarrollo y proceso de maduración, así como involucrar factores socioculturales, familiares, personales, psicobiográficos y de aprendizaje. El modelo de toma de decisiones compartida emerge en este ámbito de autonomía relacional.