The financialized capitalism characteristic of our time is not new. There have been other periods in which fictitious capital has been, if not dominant, a relevant form of capital. It is notable that the fictitious capital has reached, in quantitative terms, values never previously achieved in history. The essential causes of this dominance, the growing imbalance between the different forms of capital and between it and work, are not new either. It is the interaction between these “traditional” causes and factors typical of our time, a currency that is both a country's currency and a world currency, the infrastructural power of central banks and the scale of the latest wave of globalization, accelerated by the digitalization of societies, which allows us to characterize our time. The spiral generated by the relationship between these factors and the political systems of liberal democracy that emerged from the Cold War, makes these systems particularly irreformable. That is why crises of various types accumulate and the ability to resolve them without violence are becoming negligible. A wave of instability on a global scale appears inevitable.
El capitalismo financializado característico de nuestra época no es nuevo. Ha habido otros períodos en los cuales el capital ficticio ha sido la forma, si no dominante, si muy relevante, del capital. Si es reseñable que ha alcanzado en términos cuantitativos unos valores nunca alcanzados previamente en la historia. Las causas esenciales de esa dominancia, el creciente desequilibrio entre las diferentes formas de capital y entre este y el trabajo, tampoco son nuevas. Es la interacción entre esas causas y factores propios de la época, una moneda que es al tiempo moneda de país y moneda mundo, el poder infraestructural de los bancos centrales y la escala de la última ola de globalización, acelerada por la digitalización de las sociedades, que permite caracterizar nuestra época. La espiral generada por la relación entre estos factores y los sistemas políticos de democracia liberal que emergieron de la guerra fría, hace de estos sistemas particularmente irreformables. Es por ello que las crisis de diverso tipo se acumulan y la capacidad de resolverlas sin violencia es cada vez menor. Una ola de inestabilidad a escala global se vislumbra como inevitable.