El exilio republicano a Francia constituyó un desafío desde el punto de vista humanitario, pero también económico. La llegada e internamiento de cerca de 450.000 hombres y mujeres en un contexto social, económica y políticamente convulso, obligó a las autoridades francesas a adoptar estrategias provechosas en su acogida y en su posible utilización. Frente al empleo de esta mano de obra extranjera se adoptaron resistencias herederas del discurso de defensa de la mano de obra nacional, evocando la figura del «indeseable». Sin embargo, las necesidades coyunturales de mano de obra en sectores como la agricultura o el servicio doméstico, además de en las compañías militarizadas, hicieron que la movilización de los hombres y mujeres republicanas exiliadas fuera una realidad.