Este artículo analiza las fuentes que Bernard Manin recupera de la filosofía antigua y sobre las que sustenta los argumentos de una parte de su teoría política, contenida fundamentalmente en su obra: Los principios del gobierno representativo. Tanto en sus reflexiones como en el diálogo con otros, Manin volverá en ocasiones, casi siempre de forma poco explícita, a lecturas de la democracia ateniense sobre las que surgen controversias por el sentido de su trabajo, manteniendo de ese modo su vigencia para la comprensión del presente. En este artículo se mostrará que tanto el autor como su obra están atravesados por una tensión intelectual de un marcado carácter filosófico y político y que, entre dicha tensión y las disputas por una definición de qué es una buena democracia, se dibuja un espacio que arroja luz sobre tales controversias. Las controversias, concluiremos, no son resultado de malos entendidos; o si lo son, cobran sentido en el propio texto de Bernard Manin.