IntroducciónDesde sus inicios la ciencia ha tratado de divulgar sus hallazgos tanto a nivel local como a nivel global, situación que ha llevado a la búsqueda de diversas maneras de generar mayores impactos, reflejados en hechos como las revistas científicas impresas que con el advenimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) pasaron a ser digitales, convirtiéndose en un medio para potenciar los resultados de una serie de investigaciones y validar conocimientos con el respeto de los estándares establecidos para ello (Linares, 2013). Además, han dado mayor preponderancia a la divulgación del mundo científico y a la visibilidad de los estudios en menor tiempo, con mayores aportes a la comunidad científica. Sin embargo, esto no sería posible si no se contara con el rol importante, fundamental y privilegiado que tiene el editor en jefe de este tipo de publicaciones (Hernández, 2012); quien debe ser un especialista con gran trayectoria en el ámbito investigativo, con conocimiento de la rigurosidad y los estándares científicos y académicos vinculados a las líneas de investigación de la revista que dirige; perfil que le permite cumplir con la función de promotor de la difusión y comunicación de lo encontrado en las investigaciones, como evidencia