A través de la noción de cartografía proponemos acercarnos a modos de problematización del devenir diario de las desigualdades en tanto que historias en y del presente. Asumiendo que la parte es mayor que el todo, que cada cuerpo importa, la cartografía urbana de desigualdad escolar nos acerca a interrogar el futuro (Rose, 2007). En tiempos en los que la producción y reproducción de las desigualdades están atravesadas por las tensiones propias de la inclusión excluyente (Esposito, 2005), de manera muy específica la vida escolar es escenario de luchas. La escolaridad, el hacer de la escuela se produce entre dinámicas multilineales y yuxtapuestas que involucran luchas silenciadas, nanobúsquedas, nanoinsistencias. La educación o, mejor dicho, la escolarización juega un papel neurálgico en esas nanoluchas, es parte de ellas, opera y se cristaliza en y entre ellas. Es por ello que la escuela se vuelve plus de vida: en la tarea de escolarizar está en juego un exceso que actúa silenciosamente como línea de fuga, resistencia. La escuela, en suma, es tanto el lugar de lucha como aquello por lo que se lucha.