“…Ante el cambio drástico del horizonte de expectativas que se produjo después de 2001, las certidumbres anteriores fueron prontamente cuestionadas y a ello no escapó el consenso historiográfico de la renovación, que si bien nunca fue homogéneo, había logrado instalarse, a partir de los tardíos 80, como piso compartido para el desarrollo de la profesión. Se ha cuestionado la presunta «despolitización» de la práctica historiográfica, que habría promovido un divorcio entre presente y pasado; la segmentación de temas y problemas; la falta de macro-relatos o interpretaciones globales que dieran sentido al conjunto; la reticencia a visitar el pasado según los sentidos y mandatos impuestos desde el presente, y un supuesto desinterés por la intervención en debates públicos (Adamovsky, 2001;Zeitler, 2009;Tobeña, 2015;Bohoslavsky, 2016;entre otros).…”