Isabel I de Castilla de afianzó como reina titular de Castilla una vez superada la guerra civil con que se inicia su reinado. Tras su proclamación en Segovia en diciembre de 1474, en los primeros meses de 1475 tuvo que negociar con su marido Fernando de Aragón y los partidarios de este para ser aceptada como la reina titular con plenos derechos. Eso supuso un pacto entre Isabel y Fernando a través el cual el rey consorte adquiría amplios poderes en Castilla. Superado este obstáculo hubo de hacer frente a quienes defendían los derechos sucesorios de su sobrina Juana de Trastámara, apoyada por Alfonso V de Portugal. La reivindicación del trono por parte de Juana y sus partidarios codujo a una guerra civil y contra Portugal que se desarrolló entre 1475 y 1479. De acuerdo con la mentalidad de la época y el rol de género, Isabel, como mujer, no podía estar al frente del ejército, pero como reina, para demostrar la plenitud de su poder ante el reino, tenía la necesidad de mostrarse como “el rey” que defiende su reino. De esta forma la reina se presenta en asuntos de guerra tomando decisiones, dando órdenes y procurando que estas se cumplan, tal y como se observa en documentos firmados por ella sola sobre asuntos relacionados con ese conflicto. También los cronistas la presentan participando de forma activa en asuntos bélicos. En este trabajo se abordan estas cuestiones, se dejan de lado aquellas intervenciones que se consideran más propias de su condición femenina (reclutamiento, abastecimiento, oración) para poner el acento en acciones de guerra en las que participa (Toro, Burgos, Trujillo, etc.).