Es frecuente hablar de los problemas generados por la violencia en numerosos foros, como por ejemplo los medios de comunicación, las tertulias, los ambientes políticos, las universidades, las asociaciones de víctimas y, sobre todo, entre los profesionales que tratan tanto con las víctimas como con los agresores y las autoridades responsables de la prevención de la violencia. Por lo general estas conversaciones tienen un tono pesimista y exigente. Pesimista porque cada suceso violento, como un atentado terrorista, un feminicidio o cualquier noticia de abusos sexuales a menores, nos parece un paso atrás en los logros alcanzados de bienestar y una vida social pacífica. Consideramos la violencia algo intolerable, a eliminar, aunque la realidad parece resistirse a todas las acciones preventivas. Afortunadamente la sociedad es exigente, cada vez más intolerante con la violencia, y ya hay una gran unanimidad en el rechazo de este fenómeno.De repente, o casi, en distintos entornos profesionales aquí en España (y en cierto sentido esto es extensible a muchos países latinoamericanos) se ha introducido la valoración del riesgo de violencia como una práctica más. Las demandas de prevención de la violencia han llegado en forma de alud, interpelando a los profesionales, a quienes se les reclama que su acción sea realmente efectiva, que evite la violencia y, sobre todo, la repetición de los hechos violentos cometidos por agresores ya identificados. Lo que hace un tiempo era solamente una exigencia, más o menos explícita, de predecir la violencia cometida por personas con trastornos mentales graves o circunscrita a entornos penitenciarios, se ha desbordado, extendiéndose a muchos otros profesionales que tan solo unos pocos años antes ni se lo hubiesen imaginado. Solo hace falta analizar lo que ha representado en los últimos 15 años la generalización de la lucha contra la violencia de género en cuanto a la variedad de profesionales implicados en ella (Muñoz-Vicente y López-Ossorio, 2016).Las demandas sociales de prevención de la violencia han producido un efecto de innovación técnica y de incorporación a la práctica profesional de nuevos procedimientos preventivos. ¿En qué se ha avanzado profesionalmente? En muchas cosas que podemos Correo electrónico: andrespueyo@ub.edu resumir brevemente. La tecnología de valoración del riesgo de violencia es un conjunto de procedimientos que ayudan a la toma de decisiones de los profesionales en todas y cada una de sus intervenciones en las que el pronóstico futuro sea relevante tanto porque así se explicite como si no. Por ejemplo, un policía que debe intervenir después de recibir una denuncia de violencia de género o una psiquiatra que debe reubicar un paciente atendiendo a la posible conducta violenta del mismo. También un trabajador social que tiene que gestionar una medida de libertad vigilada de un joven infractor, el equipo de tratamiento de un centro penitenciario que ha de emitir un informe de libertad condicional de un recluso, una psicóloga forense que ha de valorar las secuelas de ...