Las universidades, aunque se consideran centros de creación de conocimiento, también son producto del colonialismo. Este artículo se centra en un estudio autoetnográfico llevado a cabo por tres profesoras universitarias blancas que utilizamos pautas reflexivas para problematizar nuestra posición. Nuestro objetivo es comprendernos mejor a nosotras mismas y nuestras identidades, los beneficios que hemos obtenido del colonialismo y los enfoques apropiados que podemos adoptar para facilitar la descolonización de los planes de estudio. Consideramos que este autointerrogatorio y esta búsqueda colaborativa de significados, aunque a veces doloroso, constituyen una oportunidad enriquecedora y transformadora para el desarrollo personal y profesional, y un punto de partida para escuchar a los pueblos indígenas, trabajar con ellos y permitirles emprender una labor descolonizadora. Seguidamente, utilizamos esta experiencia para sugerir formas en las que otros y otras profesoras pueden participar en procesos similares de autorreflexión crítica y autodesarrollo, con el fin de desbaratar el pensamiento colonial en la educación superior y más allá.