“…Provocó la desintegración de redes familiares y vecinales que ayudaban a sostener las demandas de cuidado designadas a las mujeres, mientras que, por otro lado, la ciudad de Santiago profundizó las distancias entre la oferta de empleo remunerado y los espacios residenciales, en línea con una división sexual del espacio urbano sustentada en la dicotomía cultural reproductivo-productivo. De esta forma, la periferización y la segregación se ha traducido en falta de oportunidades de acceso a trabajos remunerados para las mujeres de los sectores populares y, por lo tanto, en la perpetuación de condiciones de precariedad y subordinación (Ducci, 1994(Ducci, , 2008Godoy, 2016), lo cual, a su vez, se ha asociado con un mayor deterioro de la salud mental y la depresión (Ducci, 2008), y sufrimiento de violencia intrafamiliar por razones de género (Ducci, 1994;Ossul, 2018). Así, las políticas de vivienda se armonizan con el paquete de reformas neoliberales que desmontan los programas de bienestar y con unos valores conservadores de la familia promovidos desde la dictadura que, en su conjunto, repliegan a las mujeres hacia el espacio privado (Lamadrid, 2019;Ruiz y Miranda, 2018).…”