The progressive governments of Andrés Manuel López Obrador in Mexico and Hugo Chávez and Nicolás Maduro in Venezuela followed a strategy of selective treatment to win over some businesspeople and neutralize others in order to weaken the opposition of a hostile business class. This approach had advantages and downsides. It succeeded in gaining support from business representatives for government initiatives in moments of difficulty and crisis and reducing the firepower of the commercial media. It was also, however, conducive to corruption. Many nonhostile businesspeople proved to be unreliable allies as they ended up withdrawing their support for the government. These capitalists were a far cry from the progressive “national bourgeoisie” with which Communists and other leftists attempted to form alliances in the twentieth century, but proestablishment actors attacked many of them, including such leading capitalists as Gustavo Cisneros in Venezuela and Ricardo Salinas in Mexico, who in some cases were considered “traitors.” In Mexico, major businesspeople before and after the left’s rise to power played a more overtly political role than, for the most part, in Venezuela. Chávez attempted to define the behavior of progressive businesspeople, which included limits on profits, and also promoted the formation of politically progressive business organizations. Los gobiernos progresistas de Andrés Manuel López Obrador en México, y Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, siguieron una estrategia de trato selectivo para ganarse la confianza de algunos empresarios y neutralizar a otros con el fin de debilitar la oposición de parte de una clase empresarial hostil. Este enfoque implicó tanto ventajas como desventajas. Logró obtener el apoyo de los representantes empresariales para iniciativas gubernamentales en momentos de dificultad y crisis, así como reducir el impacto negativo de los medios de comunicación comerciales. Sin embargo, también dio lugar a la corrupción. Muchos empresarios no hostiles resultaron ser aliados poco confiables y, eventualmente, retiraron su apoyo al gobierno. Estos capitalistas estaban muy lejos de constituir la “burguesía nacional” progresista con la que los comunistas y otros izquierdistas intentaron formar alianzas en el siglo XX. Sin embargo, actores a favor del status quo atacaron a muchos de ellos, incluidos capitalistas prominentes como Gustavo Cisneros en Venezuela y Ricardo Salinas en México, quienes, en algunos casos, fueron vistos como “traidores”. En México, los principales empresarios antes y después del ascenso de la izquierda al poder desempeñaron un papel más abiertamente político de lo que ocurrió, mayoritariamente, en Venezuela. Chávez intentó definir el comportamiento de los empresarios progresistas, lo cual incluyó poner un límite a sus ganancias, y también promovió la formación de organizaciones empresariales políticamente progresistas.