“…A la par que Franco se sumergía en el marxismo y en el contexto del proceso de reinvención de la figura del intelectual al que hicimos referencia antes, apareció la posibilidad, en 1933, de construir una revista político-cultural junto a una troupe variada, heteróclita de militantes e intelectuales, entre los que convivían tanto Glusberg y Martínez Estrada como algunas figuras vinculadas a los primeros balbuceos del trotskismo. Más allá del naufragio del proyecto por distintos motivos, en esos intercambios, Franco empezaría a tejer delicados vínculos con los primeros grupos trotskistas que empezaban a florecer en la Argentina desde fines de 1920 (Coggiola, 2006;Tarcus, 2009;Rojo, 2012;Camarero, 2020). Así empezaría a vincularse con algunas figuras señeras de esta tradición como lo fueron Héctor Raurich, Carlos Liachovitzky y, posteriormente, Antonio Gallo.…”