En pleno auge del arte psicodélico de las décadas de los 60 y los 70, una serie de puestas en escena resultaron relevantes por su capacidad de generar nuevos espacios no lineales en los que el espectador se convertiría en “constructor temporal de la experiencia y dueño de su propio disfrute”. Así, se estudiará un conjunto de proyectos en los que coexistían los espacios interactivos con todo tipo de estructuras hinchables; todo ello acompañado de músicas y melodías que posibilitarían la inmersión del espectador en una suerte de ‘viaje’ alucinatorio, similar al de las experiencias psicotrópicas.
Lo que se pretendía con estos dispositivos de carácter lúdico-festivo no era tanto reconfortar al espectador en su propia comodidad, sino mostrarse como un nuevo campo para los juegos ambientales, la experimentación en todos sus sentidos y la exploración de una nueva e inesperada realidad perceptiva a través de la superposición de múltiples estímulos.