Hoy es momento de echar la vista atrás y hacer balance. Hace nueve años que cogí las maletas para empezar aquello que me ilusionaba en una nueva ciudad: León. Lo que no sabía entonces es que hoy vería ese lugar como mi segundo hogar. Su catedral, su barrio Romántico, sus bares y tapas, sus montañas o su ambiente eterno dan a León esa magia que no todos los lugares tienen. Aunque, realmente, la responsabilidad de que León sea hogar es de todas aquellas personas que han hecho, de una forma u otra, que estos nueve años hayan sido inolvidables.Gracias a mis directores, Sonia y Javier, por hacerme un hueco en su grupo de investigación y darme la oportunidad no sólo de hacer la tesis doctoral, sino también de crecer tanto profesional como personalmente. Gracias a Sonia y Vicky, el dúo inseparable, por la confianza y el apoyo, por el trato tan cercano que siempre ha hecho las cosas mucho más sencillas y por hacerme sentir una más desde el primer día que entré por la puerta. A todos esos integrantes del grupo microbiota: mil gracias. Sonia, Vicky, Esther, Susana, Sara y David, además de Ana, Alicia (infinitas gracias por regalarme esta portada, no podía ser más perfecta), y las incorporaciones recientes, Crespo y Alba. Gracias por ese ambiente de trabajo tan especial, esa cercanía y ese gran equipo que formamos, ¡creo que no podía haber tenido mejor suerte! También agradecer todas esas colaboraciones que, de un modo u otro, han repercutido de forma positiva en este trabajo. A Ramiro, Petar y Polina, por estar siempre dispuestos a colaborar. Al Servicio de Aparato Digestivo del CAULE, por trabajar en equipo y hacer posible nuestra investigación en pacientes. A Malu y su gente, por ese gran trabajo que, después de años de esfuerzo, ha dado sus frutos y se convierte en parte indispensable de esta tesis. Especialmente, a Naroa y Héctor, ¡qué hubiese sido de mí sin vuestra ayuda! Esther, por ser esa primera persona que me vio entrar en un laboratorio y por convertirse, desde ese día, en tutora, amiga y mamá. Gracias por toda esa paciencia infinita y ese positivismo que siempre transmites, por confiar y apostar por mí, por darme el empujón que necesitaba en todo momento… En definitiva, por estar ahí, para todo, siempre.David, como bien dijiste, tu caos complementa mi orden. Gracias por enseñarme mucho más allá de la ciencia, por tu capacidad de hacer fácil lo imposible y, sobre todo, por ser y estar siempre. Gracias por esos días interminables entre experimentos, por ver positivos los resultados negativos, y por dejarme conocer esa mente maravillosa. Ojalá La ciencia, muchacho, está hecha de errores, pero de errores útiles de cometer, pues poco a poco, conducen a la verdad.