Durante el califato de Córdoba, la introducción de cerámica con esmalte de estaño presenció una influencia tecnológica procedente de la porcelana china, lo que llevó a la diversificación de la producción cerámica local. Los subsiguientes desarrollos complejos durante la dinastía almorávide introdujeron técnicas desafiantes como la cerámica dorada, hasta que en el reino nazarí de Granada surgió la cúspide de la cerámica azul y dorada, exhibiendo una fusión de estilos islámicos, chinos y locales españoles. La influencia de la cerámica azul y blanca de la dinastía Yuan en el periodo posterior se hizo cada vez más evidente, con la introducción generalizada de óxido de cobalto en la cerámica mudéjar y la incorporación de más elementos chinos en la decoración. En el siglo XV, la célebre cerámica de reflejo metálico de Manises y Paterna también exhibió claramente la inspiración decorativa derivada de los intrincados patrones de enredadera de la porcelana Ming. La evolución en el arte de la cerámica no solo reflejó cambios en la apreciación estética, sino que también insinuó un intercambio cultural más profundo entre China y España en las primeras etapas de su encuentro.