“…Una vez consumado el golpe de Estado de 1973, las grandes patronales apoyaron el régimen de Pinochet y sus transformaciones estructurales. De hecho, varios dirigentes empresariales apoyaron públicamente, en medios de prensa como El Mercurio, la aprobación de la Constitución de 1980 (Campero, 1984), un texto fundamental que delinearía un tipo de democracia que limitaría la soberanía popular a través de dispositivos contramayoritarios, mientras que, en el campo económico, consagraría un tipo de Estado subsidiario que otorgaría gran peso al sector privado en la actividad económica y empresarial (García García, 2014). Así, el empresariado vio en la Constitución de 1980 el nacimiento de una institucionalidad que garantizaría su existencia como clase propietaria, anteriormente puesta en entredicho durante la Unidad Popular.…”