Las fracturas del escafoides son comunes y presentan una incidencia que viene en aumento. Se requiere de una alta sospecha clínica y de estudios complementarios para llegar al diagnóstico, donde el examen físico tiene alta sensibilidad pero baja especificidad. Las radiografías presentan un bajo valor predictivo negativo y una alta tasa de falsos negativos, mientras que la resonancia magnética es el estudio de elección por su alta sensibilidad y efectividad, además de que detecta lesiones ligamentarias y presenta una relación costo-beneficio favorable. La sensibilidad de la tomografía axial computarizada es similar, y tiene gran utilidad en el planeamiento quirúrgico. La clasificación de Herbert es la más utilizada y tiene utilidad para definir el tratamiento, el cual depende del momento del diagnóstico, la localización y la estabilidad de la fractura. Como indicaciones quirúrgicas destacan la inestabilidad, el desplazamiento mayor a 1mm, las fracturas del polo proximal y las oblicuas. El manejo quirúrgico puede ser tanto volar como dorsal, con técnica abierta o percutánea dependiendo de las características de cada caso. En términos generales, se presenta consolidación en la gran mayoría de los casos; siendo menor en: aquellas fracturas desplazadas, en fracturas del polo proximal, en fracturas de diagnóstico tardío y en pacientes fumadores. El manejo quirúrgico condiciona mayor tasa de complicaciones, sin embargo las mismas se consideran menores. Se expone el caso de un paciente con antecedente de trauma de muñeca. En la valoración inicial, presentó datos clínicos poco específicos, se realizó una radiografía de muñeca y no se evidenció ninguna lesión ósea. Sin embargo, el paciente persistió con dolor, por lo que se realizó una tomografía axial computarizada, y se diagnosticó una fractura del polo proximal del escafoides. Se procedió con un manejo quirúrgico.