La inseguridad alimentaria (IA) es un desafío global que afecta a más del 40% de la población. Se caracteriza por la falta de acceso a alimentos seguros y nutritivos que satisfagan las necesidades fisiológicas y de salud. Está estrechamente relacionada con enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), ya que promueve el consumo de dietas hipercalóricas, ricas en grasas saturadas y azúcares. En su alcance, considera aspectos como la calidad y variedad de la comida, limitaciones económicas y físicas, el uso inadecuado y la inestabilidad temporal en la alimentación. Además, este problema se ha agravado en naciones desarrolladas y en desarrollo debido a crisis sanitarias y conflictos sociales.
En América Latina y el Caribe, la prevalencia de la IA ha aumentado debido a estos factores. México enfrenta especialmente este problema en los grupos empobrecidos. Por lo tanto, se han implementado estrategias tanto a nivel internacional como nacional para combatirlo y promover una alimentación sostenible.
Es crucial destacar que esta relación se origina en factores como la elección de alimentos poco saludables, el estrés, la falta de acceso a atención médica y las desigualdades sociales, los cuales contribuyen a esta conexión. El gasto económico asociado a este fenómeno repercute en la economía de los países, lo que hace necesario abordar la situación para reducir los costos de tratamiento de las ECNT y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida.