APTITUD MUSICAL Y APTITUD LINGÜÍSTICAEn la última década han surgido numerosos estudios desde distintas áreas científicas del conocimiento como la psicología, la neuropsicología, la educación general, la educación musical y la lingüística aplicada (enseñanza, aprendizaje y adquisición de lenguas) que describen las correlaciones entre música y lenguaje así como sus relaciones causales (Chobert & Besson, 2013;Christiner & Reiterer, 2013;Toscano-Fuentes & Fonseca-Mora, 2012;Slevc & Miyake, 2006). Se evidencia que música y lenguaje comparten algunas destrezas auditivas como la discriminación melódica, rítmica y armónica y en general, la combinación y la segmentación de sonidos. Los procesos cognitivos que se emplean con la música para discriminar los sonidos y tonos, y asociar dichos sonidos con sus símbolos correspondientes, son similares a aquellos procesos de decodificación que, por ejemplo, se necesitan en el habla para reconocer y manejar los diferentes sonidos y descubrir qué composiciones forman palabras diferentes en el lenguaje hablado. Así, Fonseca-Mora, Toscano-Fuentes y Wermke (2011) definen la conexión entre música y lenguaje tanto en el proceso de adquisición de la lengua materna (L1) como en el proceso de adquisición de una segunda lengua (L2). Parten de la premisa que la adquisición de una lengua depende de la interacción y afirman que tanto el discurso de los padres como el de los maestros se asemejan en cuanto a las frecuentes repeticiones, el uso de expresiones lexicalizadas, las expansiones, la preferencia por un vocabulario simplificado, pero también por el cambio en el volumen de la voz así como las modificaciones de los contornos melódicos. Estas exageradas melodías en el habla han sido descritas como comportamientos intuitivos de los padres que guían a sus hijos en el aprendizaje musical (Papousek, 1996) pero que, a su vez, se establecen como elementos de comunicación que facilitan el aprendizaje de la L1 (Feu & Piñero, 1996) y más en concreto, las melodías del llanto de los niños han sido definidas como soportes de la comunicación pre-verbal (Wermke & Mende 2009).