Pese a su carga dramática, Gigante (George Stevens, 1956) ha sido incluida desde el principio dentro del género wéstern. Dentro de los elementos que lo caracterizan como tal se encuentra la figura del hombre en sus múltiples facetas: vaquero, terrateniente, renegado, soldado, médico. Cada una de ellas es definida narrativa y visualmente a través de recursos propios de la disciplina cinematográfica, con más o menos apego a las convenciones del género. Pero ninguna de esas descripciones está completa sin la música, la cual termina de modelar cada detalle de la personalidad de los personajes, mostrando la verdadera realidad de las diferentes masculinidades existentes en pantalla y, de alguna forma, más allá de ella. Mediante el uso de herramientas específicas de análisis de música cinematográfica, complementadas con material de archivo, se describen y confrontan las diferentes formas de masculinidad propias del wéstern, demostrando la capacidad de la música y del compositor Dimitri Tiomkin para construir estereotipos que, en muchas ocasiones, sobrepasan el mito.