“…Coulon (1993: 205-256) distinguió, por razones evidentes, los sainetes "de costumbres teatrales", donde se ficcionalizaban las propias compañías y los actores y autores se representaban a sí mismos. Se ha destacado también su papel didáctico (Fernández Gómez, 1996a, 1996b, o del elemento musical (Presas, 2015), o de la parodia burlesca y grotesca (sobre todo, en el Manolo de Cruz, auténtico paradigma de la deformación de lo cotidiano), o de rasgos costumbristas (Romero Ferrer, 2015, 2017, entre otros estudios), o incluso políticos (Raffi-Béroud, 2001). Se ha expuesto también la presencia en ellos de una escenografía espectacular, al estilo de la que caracterizaba a las comedias extensas "de teatro" (Calderone, 2008).…”