Se examinan las ideas de Ludwig Wittgenstein sobre explicación científica y explicación estética y se sostiene la tesis de que la explicación científica (causal) y la explicación de efectos estéticos se asemejan más de lo que generalmente se piensa. En la Sección 1 se recuerdan algunos conceptos preliminares y se critican las ideas de Wittgenstein sobre mecanismos y explicaciones causales. Wittgenstein señala con frecuencia que tendemos a figurar mecanismos cuando pensamos en descubrir explicaciones causales. La elaboración de un mecanismo no es, sin embargo, uno de los procedimientos más importantes —ni de los más usuales— en la física moderna y Wittgenstein es injusto cuando asume un modelo mecanicista para la explicación científica. No toma en consideración el carácter evolutivo del conocimiento científico. Nociones que se consideraban extrañas en una época se tornan familiares en la siguiente. De las explicaciones mecanicistas pasamos a otras que hacen uso de conceptos nuevos. Se comienza también a comprender que el causalismo no es la única forma posible de conexión entre eventos. En la Sección 2 se prosigue con la crítica anterior y se destacan dos diferencias principales, de orden “gramatical”, entre explicaciones científicas y estéticas. Wittgenstein considera que debemos aclararnos la importancia de la causalidad en las explicaciones estéticas. De una sensación de malestar estético, por ejemplo, podríamos decir que tienen un “por qué”, pero no una “causa”. Es preferible decir de una experiencia semejante que tiene una “dirección” y no una causa desconocida. Pero dicha característica direccional no es propiedad exclusiva de las experiencias estéticas, pues se da también —sistemáticamente aunque de modo encubierto— en situaciones consideradas por la ciencia. Siguiendo un ejemplo de Wittgenstein, se hace notar que en un primer nivel de la experiencia estética, en que se considera el objeto estético en un contexto más amplio, pueden descubrirse cadenas causales y características direccionales. En este nivel, las explicaciones estéticas presentan semejanza con explicaciones psicológicas. En un segundo nivel, en que la percepción del observador se limita al objeto estético, no aparecen conceptos direccionales ni causales. A cada uno de estos niveles corresponde un contexto propio, compuesto de hechos, teorías, ideas, sensaciones. Se puede comparar cada uno de ellos con un “juego lingüístico” en el sentido de Wittgenstein. Así, se puede ver que: (1) El objeto estético admite ser analizado sólo a un nivel superficial, so pena de perder su identidad, en tanto que el objeto científico aparentemente es susceptible de análisis a niveles cada vez más profundos; (2) La concordancia sobre los contextos donde situar los fenómenos se logra más fácilmente en el dominio científico que en el estético. Si se toman los contextos como juegos lingüísticos, se ve que las diferencias entre ciencia y estética son de orden gramatical. Es decir, se refieren a contextos tomados globalmente; son diferencias entre lenguajes completos, con sus específicas sintaxis. Las secciones 3 y 4 están dedicadas a examinar las diferencias entre ciencia y estética mencionadas en los puntos (1) y (2). Se intenta mostrar que son más aparentes que reales. En la Sección 3 se propone una interpretación “atomística-operacional” de los fundamentos de la mecánica. Se indica cómo dicha interpretación abre la posibilidad de considerar que la física admita ciertas “características estéticas” específicas. Nuestro mundo, mosaico polifacético, se nos presenta bajo uno de sus aspectos en la llamada mecánica cuántica ortodoxa, pero otro de sus aspectos se presentaría en la mecánica clásica. Las diferencias entre la mecánica clásica y la cuántica serían en verdad diferencias gramaticales, ocasionadas por las diferencias de los lenguajes usados. Podríamos, pues, tomar las distintas teorías científicas como juegos lingüísticos. Dichos juegos podrían asemejarse a “cuadros” en sus aspectos globales. La aceptación de un contexto (expresado en un “juego lingüístico”) traza los límites de nuestro análisis del fenómeno científico, especificando tanto los “constituyentes” —los átomos— como el “vocabulario” —los conceptos— utilizados. En la Sección 4 se aborda el problema de la arbitrariedad en la aceptación de teorías científicas y se apunta un paralelismo con teorías estéticas orientales. Parecería que en ciencia habría una concordancia de los distintos contextos mucho más amplia que en arte. Los cambios de estilo se juzgan hoy naturales e indispensables para la actividad artística, en tanto que en ciencia esto se juzga como un epifenómeno. En arte no se buscan formas “finales” y “perfectas”, en cambio, parece que en ciencias sí se buscan. Sin embargo, ésta es una concepción victoriana de la ciencia. Se comienza a comprender que el carácter dinámico de la actividad científica no implica necesariamente una aproximación continua a una descripción sin fallas de una supuesta realidad externa. La mayor estabilidad de los contextos científicos se debe sólo a contingencias históricas. La concordancia entre contextos en ciencia —sobre todo en matemáticas— no es total. La variedad de teorías podría venir en aumento, dándose una mayor aproximación a lo que sucede en arte. Por otra parte, el establecimiento de “convenciones lingüísticas” generales y duraderas no es sólo privilegio de la ciencia, también ocurre en el arte. En el arte oriental, por ejemplo el de la India, hay una concordancia general sobre los valores estéticos, en oposición al arte occidental de nuestros días. Algo parecido puede decirse del arte occidental prerrenacentista. Se ve, por lo tanto, que no sólo los contextos científicos presentan cierta inestabilidad, sino que también ha habido en estética amplias “convenciones lingüísticas” durante largos periodos. La diferencia señalada en la Sección 2 entre ciencia y estética, según la cual habría mayor concordancia entre los contextos científicos que entre los artísticos, no es tan determinada como en principio parece. Se establecen, por fin, las siguientes conclusiones: 1. Algunas de las diferencias entre arte y ciencia son más ilusorias que reales. 2. En Oriente —y en Occidente hasta el Renacimiento— había cierta concordancia general sobre los contextos de las expresiones estéticas. 3. Con el Renacimiento se multiplicaron las convenciones lingüísticas (los estilos) en arte en Occidente. Paralelamente, en el dominio científico se fue obteniendo una mayor concordancia sobre los contextos que serían empleados. 4. Resulta clara la importancia del mecanismo usado para establecer convenciones lingüísticas en ciencias, particularmente en psicología y en las ciencias sociales. 5. En cuanto a las matemáticas y a la física, el establecimiento sistemático de nuevos contextos implicaría un experimento con formas de lenguaje y un experimento con los instrumentos y técnicas que son extensiones de esas formas. 6. Se ha afirmado que todo buen matemático es también, en parte, poeta. Tal vez pudiera decirse lo mismo del físico. Y agregaríamos que ambos deben ser, en parte, filósofos.