“…Presentados estos puntos de análisis, y a pesar de su denominación como síndrome (conjunto de signos y síntomas), el agotamiento profesional debe asumirse como una enfermedad, por las siguientes razones: a) existen condiciones del entorno, del trabajo y del sujeto mismo (por ejemplo, la edad, el sexo) que pueden tener una incidencia negativa en las personas; b) es posible caracterizarlo a partir de las percepciones del individuo y las observaciones metódicas de los profesionales de la salud, particularmente de los médicos, e incluso, es posible determinar niveles de gravedad (25); c) sus manifestaciones pueden detectarse con instrumentos especialmente diseñados y, además, clasificarse y separarse de otras condiciones como el "sufrimiento mental" (85), el "estrés" (86), la "fatiga por compasión" (81) o los síndromes "de cansancio a toda hora" (Constant Fatigue Syndrome) (82-84) y de "fatiga crónica" (87), no relacionadas con el cáncer o la sarcopenia; d) afecta uno o más sistemas orgánicos del ser humano, con el agravante de comprometer no solo la salud mental (32); e) puede curarse con medios no farmacológicos o con medicamentos (88,89), lo que no previene las recaídas; f) su presencia y las condiciones que lo propician pueden ayudar al médico a ofrecer un pronóstico, aunque este se base en la frecuencia de ocurrencia y de recaída de la enfermedad; g) ha sido estudiado en un entorno multidisciplinario o interdisciplinario que incluye disciplinas médicas como la psiquiatría o la epidemiología clínica, y ciencias sociales como la psicología, así como las ciencias matemáticas y la bioestadística (90,91); h) genera desequilibrio e impotencia en los sujetos, y pone en peligro el logro de sus ideales o su perfeccionamiento;…”