En este ensayo experimento con un tipo no antropocéntrico de escritura –o, mejor dicho, más que humano– para contar una historia sobre las interacciones de personas y taltuzas en San Gerardo de Oreamuno, un territorio rural localizado en la zona norte de la provincia de Cartago, en Costa Rica. Este interés está motivado por la agenda emergente de los estudios multiespecie, y la posibilidad de utilizar ese registro para reflexionar sobre la ruralidad y el desarrollo, de cara a los desafíos socioambientales que plantea la crisis ecológica actual. En las consideraciones finales, planteo que los relacionamientos entre personas y taltuzas manifiestan una (co)existencia activa pero inestable. Las parcelas que los productores dedican al cultivo de hortalizas, principalmente coliflor y brócoli, son una zona de encuentro multiespecie; en donde animales humanos y no humanos, en conjunto con otros organismos silvestres, artefactos técnicos y demás elementos abióticos del ambiente, son parte de una enmarañada red de vitalidad, resistencia y muerte. Pensar-con las taltuzas es ser sensible a esos mundos infestados de vitalidad, en donde los relacionamientos son más ambiguos y complejos.