La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos (virus, arqueas, hongos y protozoos) (1), que habitan en el intestino humano conformados por más de 100 billones de bacterias, con un peso aproximado de 1,5 kg (2); distribuida en tres grandes grupos según sus funciones: bacterias patógenas en cantidades muy bajas controladas por el sistema inmunitario, microorganismos comensales benéficos y patógenos sensibles (3).
Por otra parte su estructura comprende mas de 200 cepas bacterianas que pertenecen a tres grandes familias: Firmicutes y Actinobacterias que son bacterias Gram positivas y los Bacteroidetes que son Gran negativos (4,5). Se ha reportado que más del 90% de las bacterias corresponden a los filos Firmicutes y Bacteroidetes (2); El filo de Firmicutes incluye varios géneros, siendo los más frecuente Lactobacillus, Enterococcus Ruminiciccus y Clostridium. En el filo de Actinobacterias el más abundante es el género Bifidobacterium (6).
Al momento de nacer, el intestino es estéril y se coloniza completamente durante el primer año de vida. Entre los factores que la modulan se encuentra el tipo de parto y la lactancia materna, posteriormente, es influenciada por la genética, la dieta, y factores ambientales, entre ellos, el uso de antibióticos (4,7). Cada persona presenta una microbiota intestinal única, por ejemplo en el adulto, una dieta inadecuada, el abuso de antibióticos o el proceso del envejecimiento, puede favorecer la disbiosis intestinal determinada por una alteración de la población bacteriana, la cual puede ser cualitativa (predominio de especies distintas a las habituales) o cuantitativa (menor concentración de bacterias beneficiosas) (4).