La educación inclusiva implica una verdadera apropiación y puesta en práctica del respeto a las diferencias en un contexto cada vez más diverso y complejo. Esta diversidad ha de ser asumida desde el campo educativo como una oportunidad para que los procesos de aprendizaje propicien una riqueza cultural de la cual necesariamente los sistemas educativos han de nutrirse. En este sentido, el objetivo del estudio ha sido contribuir a la necesaria comprensión de que cualquier transformación educativa demanda no sólo el rol individual de los que se involucran en ella, debe sumarse lo que desde la colectividad, las políticas públicas, el Estado, se pueda aportar. Resulta importante acotar que en el ámbito de los derechos ciudadanos y la justicia social se propicia un debate sobre lo referido al par inclusión-exclusión. En dicho análisis se ubica a la inclusión como un derecho que debe ser consecuente con el complejo entramado social, dada su diversidad, en torno a los nexos entre escuela y la concreción de los derechos económicos, sociales y culturales. Para la elaboración de este artículo se ha utilizado la metodología documental detallada enfocada en el tema objeto de estudio. Las categorías establecidas fueron: diversidad e inclusión educativa, derechos humanos, percepción social de la inclusión, exigibilidad, entre otras. Las conclusiones del trabajo demostraron que para lograr una verdadera educación inclusiva se deben articular de manera muy armoniosa las alianzas necesarias e introducir propuestas al sistema educativo en consonancia con dicha pretensión.