Se interpelan las tensiones en las distancias entre sentidos estéticos y discursos políticos a partir de analizar las revoluciones técnicas y estéticas que se produjeron en la cinematografía de la década de 1920. Para ello se analizan tres largometrajes: Metrópolis, de Fritz Lang (1927), Berlín. Sinfonía de una ciudad, de Walter Ruttmann (1927) y El hombre de la cámara, de Dziga Vértov (1929). En ellos la ciudad se presenta como escenario donde los cuerpos se mueven, narrado por un conjunto de imágenes cuyo montaje se proyecta como el compás armónico de un régimen estético-político de la imagen-movimiento. En el hiato entre educar con la mirada y educar la mirada se trasluce la distancia entre lo que Jacques Rancière denomina como la «estética de la política» y la «política de la estética». Lo cual, confrontándolo con Walter Benjamin, posibilita observar las distancias entre imágenes, entre técnicas, entre originalidades y reproducciones, entre la estética y la política.AbstractThe aim is to analyze the distances between aesthetic senses and political speeches by technical and aesthetical cinematography revolutions happened in the 1920s. This is observed at three feature films: Metropolis (Fritz Lang, 1927), Berlin. Symphony of a Metropolis (Walter Ruttmann, 1927) and The Man with a Movie Camera (Dziga Vértov, 1929). At those films the city is exhibited as a scenario where bodies are moving, narrated by a set of images whose assembly is projected as the harmonic compass of an aesthetic-political regime of the image-movement. In the hiatus between educating with the gaze and educating the gaze itself, the distance between what Jacques Rancière called as the «aesthetics of politics» and the «politics of aesthetics» is studied. Confronting this with Walter Benjamin’s theory, it is possible to observe the distances between images, between techniques, between originality and reproduction and between aesthetics and politics.