“…La depresión está actualmente considerada un problema de salud pública con gran prevalencia mundial (Davis, Goodman, Leiferman, Taylor, & Dimidjian, 2015), siendo catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el mayor contribuyente a la discapacidad global en 2015 (WHO, 2017). Asimismo, según Belay, Moges, Hiksa, Arado, & Liben (2018), la depresión prenatal queda definida como la aparición de un proceso depresivo durante el embarazo y que afecta al 10-20 % de las mujeres gestantes a nivel mundial. Las mujeres con depresión prenatal presentan un aumento del riesgo de padecer depresión posparto, insatisfacción conyugal, escaso apoyo social, posteriores problemas de estrés parental (Goodman & Tully, 2009;Misri et al, 2010), prematuridad del parto (Field et al, 2009), retrasos del desarrollo (Deave, Heronm, Evans, & Edmond, 2008) y, además, según de Bruijn, van Bakel, y van Baar (2009), sus futuros hijos tendrán mayor posibilidad de sufrir problemas de conducta tanto en su infancia, como en su etapa adolescente (Hay, Pawlby, Waters, Perra, & Sharp, 2010).…”