Recientemente, en nuestro país, la castración química ha vuelto a llamar la atención de los políticos como posible medida para reducir la violación y el abuso sexual de menores. La castración química, terapia mediada por tratamiento farmacológico, se ha usado desde hace 50 años en algunos países para ser aplicada a sentenciados por delitos sexuales. La castración química da lugar a una reducción de los niveles de andrógenos, pero es reversible al suspender el tratamiento. Los andrógenos, en particular la testosterona, puede modular casi todos los aspectos del comportamiento sexual gracias a la amplia distribución de sus receptores en todo el cerebro. Por ello, se espera que la reducción de andrógenos mediante la castración química pueda revertir las conductas sexuales atípicas y agresivas que se encuentran exacerbadas en las parafilias, como la pedofilia. Los medicamentos más comunes en la castración química para tratar trastornos parafílicos son los análogos esteroideos sintéticos, los antagonistas de la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH) y los análogos de la GnRH (agonistas). Cada medicamento utiliza un mecanismo de acción diferente y tiene diferentes efectos sobre las características fisiológicas y psicológicas de los trastornos parafílicos. En general, la cantidad y calidad de las investigaciones con estos medicamentos es bastante limitada como para apoyar su uso. Además, existen diversas complicaciones éticas, legales y logísticas que deberían considerarse antes de aplicar la castración química. Más bien se debería desarrollar programas de promoción de la salud mental en la atención de personas con parafilia que de manera anónima puedan ser tratadas para evitar conductas delictuosas.