Las funciones del suelo dependen de una serie de propiedades físicas químicas y biológicas, que combinadas determinan las cualidades esenciales del suelo. Estas cualidades a su vez garantizan que el suelo pueda cumplir sus roles ecológicos y productivos, y en consecuencia beneficiar la preservación de la vida en el planeta (Brammer & Nachtergaele, 2015); por lo tanto, el uso y manejo sustentable del suelo permite convivir en conexión con sus atributos y disfrutar de forma armónica de sus vitales servicios. Contrario a lo deseable, el suelo ha sufrido una alteración antrópica desmedida sin considerar las consecuencias. Estudios a nivel global han identificado que los cambios en el uso de la tierra durante los últimos 50 años por áreas para la agricultura y la ganadería, han generado alteraciones en la abundancia, composición y actividad de las comunidades microbianas, afectando la disponibilidad de nutrientes del suelo y la productividad de las plantas, además de deteriorar el ambiente y disminuir la calidad de vida de las personas (Soka & Ritchie, 2014; Ruiz et al., 2015). De acuerdo a Bringezu & colaboradores