El examen escrito es prácticamente el instrumento de evaluación más utilizado en las aulas; paradójicamente, a pesar de su uso masivo, este instrumento arrastra una serie de prácticas docentes con implicaciones negativas para el estudiantado. El objetivo de este artículo es proponer un conjunto de prácticas que mejoren la aplicación de los exámenes de aula. Para alcanzar este objetivo, se exponen varias prácticas que atentan contra la validez y el enfoque de evaluación para el aprendizaje. Luego, se proponen nuevas prácticas enfocadas en la evaluación del aprendizaje, como la reducción de la incertidumbre, la creación de atmósferas de confianza, el potencializar el carácter educativo de los exámenes y externalizar ideas positivas sobre la evaluación. La modificación de prácticas propuestas en el trabajo podría incidir en una evaluación más favorable para el estudiantado.