“…En algunos casos, como en La neuropatología, esta sentencia quedaba expuesta ya en la escena que abre el compendio según la última reordenación realizada en 2011 por parte del equipo de la cineteca de Turín: en esta vemos un primerísimo plano de los ojos de una paciente que sufre parálisis facial, cuyas pupilas reflejan la silueta de Omegna girando la manivela de la cámara y la de Negro indicar a la mujer dónde mirar, en una imagen de "involuntaria fascinación meta-cinematográfica" (Chió, Gianetto & Dagna, 2016, p. 45) y que confirma que detrás de la máquina encontramos una orquestación humana. No se trata de la única secuencia problemática de la película de Negro y Omegna en términos de puesta en escena, ya que el fragmento que expone el episodio de histeria de una paciente enmascarada (F.6), cuya narrativa se asemeja a la propuesta por Charcot en la Iconographie -que incluye, por tanto, el gran fenómenosíntoma de los catalogados por el neurólogo, esto es, el ataque histéricoepiléptico y la convulsión del cuerpo hasta el punto de formar un arco con la espalda-ha provocado no pocas reflexiones sobre su potencial dramático (Chió, Gianetto & Dagna, 2016;Väliaho, 2010 En el primer caso, la transferencia del desbordamiento histérico propio de Borelli y otras divas de esos primeros compases del género del melodrama en el cine italiano, podría interpretarse como una suerte de gesto de rebeldía y de visualización de la feminidad que atacaría los códigos del histerismo, y sobre todo de la mujer histérica, establecidos por Charcot y su escuela.…”