“…Esto conlleva, por un lado, cuestionar nuestras propias prácticas en un modelo que permita a los estudiantes asimilar adecuadamente el significado de experiencias políticamente comprometidas con la búsqueda de la justicia social, manteniendo vínculos estrechos con docentes que trabajen dentro y fuera de la universidad y con otros profesionales que tratan de dar respuesta a las injusticias al margen de la escuela (Zeichner, 2010). Por otro lado, supone implicar al alumnado en la investigación de las acciones disruptivas que desarrollamos para promover el activismo, la participación en el propio diseño de la asignatura y de materiales educativos que contribuyan a subvertir las relaciones de poder, con el objeto de que puedan experimentar escenarios de transformación durante su formación inicial (Cohen, 2013;Crawford-Garrett, Anderson, Grayson y Suter, 2015;Fernández-Díaz et al, 2019;Lynn y Smith-Maddox, 2007;Price, 2001).…”