“…Lo anterior se refleja en el aumento considerable, en la última década, de literatura científica sobre este constructo y en la importancia que ha cobrado el estudio de los factores psicológicos, sociales y familiares que aportan al aprendizaje y adquisición de conductas sociales positivas en la infancia y la adolescencia (Auné, Blum, Abal, Lozzia, & Horacio, 2014;Gómez, 2019a;, de tal modo que se ha considerado, de manera sistemática y consistente, que el desarrollo y estimulación de conductas prosociales en contextos de crianza, parentalidad y educación reduce la vulnerabilidad psicosocial y es un factor protector en contra de la agresividad y la violencia, a la vez que fomenta las conductas de ayuda, el ajuste psicológico, la empatía, la regulación de emociones, las prácticas ciudadanas y la reciprocidad social e interpersonal entre los individuos (Aguirre-Dávila, 2015;Auné et al, 2014;Carlo, Mestre, Samper, Tur, & Armenta, 2010;Bouquet, García, Díaz, & Rivera, 2019;Martínez, Inglés, Piqueras, & Oblitas, 2010;Mestre, Samper, & Frías, 2002Mestre, Samper, Tur, Cortés, & Nácher, 2006;Mesurado, Richaud de Minzi, & Mestre, 2014;Richaud de Minzi, 2014;Richaud de Minzi, Lemos, & Mesurado, 2011;Richaud de Minzi & Mesurado, 2016;Samper, 2014).…”