El espíritu del Tratado de Paz y Amistad de 1929 entre Chile y Perú fue una alianza focalizada establecida para sellar una defensa respecto de las pretensiones bolivianas para anexionarse Tacna y Arica. Este espíritu se refleja en la partición de los territorios disputados, así como en el Artículo 3 del Protocolo Complementario, que establece, de forma críptica, que ni Chile ni Perú podrían ceder esos territorios a Bolivia. La explicación está en los 45 años de conflictos entre Chile y Perú debido a la pretensión boliviana de anexionarse los territorios peruanos que ocupaba Chile tras la Guerra del Pacífico. Sin embargo, tras la cesión de Arica, el fundacional reclamo de Bolivia por anexionarse este puerto se dirigió contra Chile. Tras el Tratado de 1929, la diplomacia boliviana trabajó por romper esta alianza, cuestión que se logró en 1975 con los acuerdos de Charaña.