INTRODUCCIÓNUn instrumentista profesional ha de tener presente que deberá ser capaz de gestionar la intensa tensión física y emocional que puede experimentar sobre el escenario por lo menos durante algunas fases de su carrera. Ello implica dominar complejas habilidades estratégicas. Algunas de estas habilidades están inexorablemente vinculadas a la técnica instrumental, mientras que otras estrategias pueden ser enseñadas con relativa independencia (LEHRER, 1987). En definitiva, se entiende que las estrategias de práctica instrumental son:[...] aquellos pensamientos y comportamientos que, de forma consciente e intencional, guían al intérprete durante la práctica deliberada de su instrumento e intervienen en el modo en el que selecciona, organiza, procesa, integra y ejecuta sus conocimientos y habilidades musicales; en su estado emocional; y/o en su motivación; con el propósito de adquirir, almacenar y posteriormente poder reproducir resultados instrumentales, a su juicio, positivos y en el menor tiempo de consecución posible. (TRIPIANA, 2012:66) En principio cabe pensar que un estudiante de instrumento que ingresa en el Grado Superior de Música, tras una media de 10 años de estudios musicales, debería tener una práctica efectiva y, por lo tanto, un manejo adecuado de un buen número de estrategias de práctica de avalada eficacia. Sin embargo, la experiencia docente permite comprobar que no es así en numerosos casos; en muchas ocasiones el estudiante no conoce las estrategias o bien, pese a conocerlas, no forman parte de su práctica habitual. Por otra parte, existen cuestiones de la literatura científica relacionada que ponen en alerta. A veces se conocen pero apenas se utilizan. Byo y Cassidy (2008) demostraron que los estudiantes generalmente saben lo que tienen que hacer durante el estudio individual de su instrumento pero no necesariamente lo efectúan en su práctica habitual.