“…Algunos ejemplos interesantes son los desarrollados en regiones como Suramérica. Allí se ha hecho cada vez más explícito el hecho de que la arqueología, y los arqueólogos, deben devenir en relación en un co-estar con el mundo, entendiendo que se hace parte de una comunidad ampliada que interactúa no solamente con sus iguales humanos sino también con un conjunto de seres no humanos (espíritus, dioses, naturaleza) que configuran la socialidad de las diferentes comunidades (Endere y Curtoni, 2006Field y Gnecco, 2013;Franco, 2015;Franco y Mantilla, 2011;Haber, 2009Haber, , 2011Haber, , 2012Haber et al, 2007;Haber et al, 2010;Jofre y Molina, 2009;Mantilla, 2007;Piñacue, 2009;Troncoso, 2014;Vilca, 2010). Este co-estar implica un movimiento ontológico y epistemológico, a su vez político, que comienza por modificar su condición de exterioridad en el mundo social.…”