El blanqueamiento dental está considerado como pieza fundamental en el embellecimiento de los seres humanos, ya que permite la restauración de la “sonrisa perfecta”. Este proceso en sí, es poco invasivo y juega como un gran papel como aliado en la restauración satisfactoria de la sonrisa y autoestima del paciente. Es un procedimiento que debe ser aplicado cuidadosamente para lograr los efectos positivos del mismo. El fundamento de esta técnica es aclarar la tonalidad que han sufrido los dientes por diversos factores: extrinsecos, intrínsecos y decoloraciones internas. Durante el procedimiento, es usual el uso de peróxido de hidrógeno (H2O2) en concentraciones que van del 10 al 32 % en volumen o el peróxido de carbamida, un compuesto conformado por peróxido de hidrógeno y urea concentraciones del 10 al 22 %. El uso de peróxido de hidrógeno se lleva a cabo fundamentalmente en los consultorios, mientras que el uso del peróxido de carbamida es un procedimiento doméstico. A pesar de los excelentes resultados que se obtiene al usar ambos blanqueadores, su uso puede ocasionar erosiones dentales y sensibilidad dentaria. El primer caso, puede llevar a la adherencia de bacterias cariogénicas como el Strepctococus mutans responsable de caries. Los resultados obtenidos, demostraron que el peróxido de hidrógeno es un agente más agresivo que el peróxido de carbamida, lo cual origina mayor sensibilidad dentaria y un mayor control bacteriano; en cambio el peróxido de carbamida fue mejor blanqueador y originó menor sensibilidad dental.