En el condicionamiento clásico, un animal es expuesto a un estímulo neutro (estímulo condicionado) seguido de un estímulo apetitivo o aversivo (estímulo incondicionado). Con sucesivas repeticiones de esta asociación, el animal responderá frente al estímulo neutro como si se tratara del estímulo incondicionado. Este fenómeno ha sido ampliamente explorado en distintas clases zoológicas, abarcando especies animales que van desde moluscos hasta humanos. En la mayoría de los casos, los estímulos incondicionados apetitivos y aversivos corresponden a vías sensoriales diferentes. Por ejemplo, el estímulo apetitivo típicamente utilizado es la comida y el estímulo aversivo típico es la descarga eléctrica. Así un tipo de estímulo excitará mayormente los receptores relacionados con el sentido del gusto, mientras que el otro tipo lo hará mayormente sobre las vías táctiles y nociceptivas. Los estudios en anfibios, en particular el sapo terrestre, reproducen en buena medida los hallazgos en otras especies animales, pero tienen características que los hacen únicos al poseer receptores a electrolitos en su piel que intervienen en la regulación del balance hidrosalino de su cuerpo. Un sapo expuesto a una solución salina levemente hipertónica (concentración menor a 250 mM de NaCl), gana peso y exhibe conductas de aproximación. En tanto que si toma contacto con una solución salina altamente hipertónica (concentración superior a 400 mM de NaCl), pierde peso y exhibe conductas de escape. De esta forma, un mismo estímulo (una solución salina de NaCl), puede actuar como estímulo apetitivo o aversivo dependiendo de su concentración. Esta particularidad ha sido denominada unidimensionalidad de los estímulos motivacionales. En el presente trabajo se revisan los resultados de estudios de aprendizaje asociativo en sapos, resaltando el uso de este modelo experimental para el estudio de los posibles mecanismos neurales implicados en el procesamiento de señales ambientales apetitivas y aversivas.