No son pocas las ocasiones en las que nos descubrimos dispuestos a pagar a terceros para que nos ayuden a tomar mejores decisiones o para que nos “obliguen” a cambiar ciertos hábitos. Incluso cuando ni siquiera está claro que sus metodologías sean mejores que las nuestras. Utilizar ese smartphone que todos llevamos en el bolsillo para diseñar una “arquitectura de las decisiones” que nos beneficie no sólo es posible sino que, en muchos casos, es muy fácil hacerlo. Los tecnohumanistas nos preguntamos: ¿Estaríamos más seguros en términos de eficiencia en manos de sistemas automáticos, siempre que se garanticen seguridad y transparencia? Este artículo pretende responder a esta pregunta.