ORIGINALDiferentes estudios han observado una prevalencia de lesiones típicas de EW entre el 0,8% y el 2,8% en autopsias realizadas sobre población general [2][3] . En cambio, la aparición de estas mismas lesiones se ha descrito en el 12,5% de autopsias de pacientes alcohólicos y se ha comprobado la presencia de lesiones características de esta enfermedad en un 29% a un 59% de pacientes que habían fallecido precisamente por causas relacionadas con el alcohol. La EW se ha descrito, además de en sujetos con alcoholismo, en enfermedades tan dispares como la anorexia nerviosa, la diálisis peritoneal, neoplasias diseminadas, la hiperemesis gravídica o en pacientes intervenidos de cirugía gastrointestinal 4 . El diagnóstico de la EW es eminentemente clínico, basado en la tríada clásica descrita. Sin embargo, usando únicamente estos tres síntomas como criterio diagnóstico, muchos de los casos de EW no son diagnosticados; de hecho, en algunos estudios sólo lo fue una quinta parte de los pacientes 5 . Por este motivo, Caine et al 6 desarrollaron nuevos criterios para mejorar la identificación de la EW en alcohólicos crónicos. La reproducibilidad y validez de estos criterios fueron comprobadas sobre 106 autopsias de pacientes alcohólicos, y se comprobó que mientras la tríada clásica presentaba una sensibilidad de solo el 23%, esta llegaba hasta el 85% cuando se utilizaban los criterios de Caine et al. Esta nueva forma de abordaje diagnóstico ha sido empleada cada vez con más frecuencia por diferentes autores 7 , y por ello ha sido incluida recientemente dentro de los criterios diagnósticos recomendados para identificar la EW no solo en el paciente alcohólico sino también en individuos no alcohólicos 4 . En lo que respecta a las pruebas analíticas, no hay tests de laboratorio útiles para el diagnóstico de la EW. Actualmente, se considera a la resonancia magnética (RM) como la prueba complementaria más útil para confirmar el diagnóstico de EW. Se ha constatado que la RM presenta una sensibilidad del 53% y una especificidad del 93%, por lo que permite confirmar con un alto grado de seguridad la presencia de esta enfermedad 8 .Si bien es obvio que el tratamiento de la EW debe ser la reposición de tiamina lo antes posible, no hay evidencia que concluya cuál es su dosis más adecuada, ni la vía o el tiempo de administración 9 . De igual forma, se desconoce si otro tipo de tratamientos podría ser útil en esta enfermedad, en la que resulta difícil realizar ensayos controlados por sus caracterís-ticas clínicas. Asimismo, a pesar de existir estudios anatomopatológicos sobre la EW, no se han encontrado en la literatura publicaciones que busquen asociación entre factores y marcadores (clínicos, analíticos y radiológicos) en conjunto y la presencia o evolución de la EW.