Las funciones de los individuos vegetales de carácter leñoso en un sentido amplio están relacionadas con particularidades de carácter ecológico, ecosistémico, productivo, social y cultural. Ahora bien, cuando se analiza los aspectos conceptuales y las características específicas de los árboles dispersos y árboles aislados, entendidos como aquellos individuos producto de la regeneración natural o de la siembra directa por parte del ser humano, presentes en predios ubicados en áreas rurales y urbanas, conlleva a la especificidad de sus funciones en un contexto determinado. En tal sentido, los bienes y servicios ambientales y ecosistémicos que los árboles otorgan a la humanidad adquieren un valor diferencial cuando el individuo arbóreo o el conjunto de árboles (aislados y dispersos), se encuentran haciendo parte de un sistema productivo rural (agrícola, pecuario y agroforestal) o de un casco urbano. De esta manera, las funciones generales de los árboles que comprenden una amplia gama, desde ser corresponsables de la regulación hídrica, el control de erosión, el ciclaje de nutrientes, propiciar microclimas, producción de materias primas (productos maderables y no maderables), la conservación de la biodiversidad, el ser sumideros de carbono y la producción de oxígeno, entre otras, denota un análisis de mayor rigurosidad cuando el árbol hace parte esencial del paisaje y de la estructura productiva rural y urbana. Así las cosas, los árboles dispersos y aislados manejados de forma adecuada y como constituyentes esenciales de un sistema, propician el incremento de la productividad, pero también de las condiciones ambientales que mejoran considerablemente el bienestar humano y la conectividad ecosistémica de una región determinada.