El texto parte de la relación que establece Brian O’Doherty, en el célebre ensayo en el que acuñó el término White Cube, entre la invisibilidad del arte y la visibilidad del espacio expositivo. Tirando del hilo de esta idea se plantean una serie de reflexiones, especulativas y nada concluyentes, sobre prácticas artísticas que exponen la galería y el museo literalmente vacíos o que impiden y obstruyen el acceso a las obras. Perseguir las obras que han sido expulsadas nos lleva a los museos portátiles y a proponer una vuelta de tuerca más sobre la transitoriedad esencial del museo, la condición errante de las obras de arte y la imaginación de nuevos espacios en los que es o sería posible situarlas. También a la provocación que supone el gesto retórico del museo vacío en situaciones reales de escasez y en determinadas acciones que, desde la vida, se han emprendido para llenarlo.